MARGOT LOYOLA PALACIOS

Durante una trayectoria de más de ocho décadas, desde sus inicios a comienzos de los años ’30 del siglo pasado, se desplegó en sus oficios de cantante, instrumentista, compositora, folclorista, bailarina, profesora y referente para generaciones de artistas y audiencias en nuestro país. Desde luego lo que hemos aprendido como folclor no sería lo mismo sin su influencia. Es sabido es que para la época en que Margot Loyola se inició en el trabajo de campo, en 1946, el repertorio asociado a la identidad musical chilena giraba en torno a la tonada y la cueca, y fue gracias a sus búsquedas y propuestas interpretativas presentadas desde los años ’50 que tal espectro se abrió a expresiones de las culturas aymara, pampina, mapuche, chilota y Rapa Nui, entre otras.

Pero antes que folclorista Margot Loyola fue una artista del disco y de la radio. Es el trabajo que cumplió junto a su hermana Estela en el dúo Hermanas Loyola entre 1931 y 1950. Asimismo recibió una educación formal como instrumentista y sobre todo cantante, que fue una preparación fundamental en la tarea de llevar al escenario con profundidad lo aprendido en el terreno, como expresa el etnomusicólogo Agustín Ruiz Zamora, “al desarrollar un talento innato que le permitía hacer aflorar desde su interior los personajes hallados en el trabajo de campo”.

Su contribución al estudio del folclor en Chile es hoy reconocida en aulas universitarias, desde el antecedente de las Escuelas de Temporada que realizó bajo el alero de la Universidad de Chile entre 1949 y 1963 hasta su incorporación en 1972 como docente de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, casa de estudios a la que permaneció ligada hasta sus últimos días, y en la que fue distinguida como profesora emérita en 1998 y como doctora honoris causa en 2006.

Pero Margot Loyola también desborda los márgenes de folclor chileno, por las visitas y giras que emprendió desde 1951 con destino a diversos países americanos y europeos y por la producción de discos como Canciones del 900 (1972), una colección de composiciones inéditas de Luis Advis sobre géneros populares de larga data como polka, cuplé, pasodoble, mazurka, habanera y polonesa. Distinción hecha por la propia intérprete sobre ese disco: “Cuando canto folclor trato de hacer las voces que voy conociendo a través de la vida, en los caminos, entonces me transformo. Acá no: acá soy Margot Loyola sintiendo los personajes que me marcaba el maestro Advis”.

Otros discos capitales como Margot Loyola y su guitarra (1956), Salones y chinganas del 900 (1965), Casa de canto (1966), Siete compositores chilenos (1972), Recorriendo Chile (1974), El cuplé (1986), Voces del Maule (1996) y Otras voces en mi voz (2010), y libros como “Bailes de tierra” (1980), “El cachimbo” (1994), “La tonada : testimonios para el futuro” (2006) y “La cueca: danza de la vida y la muerte” (2010), este último en coautoría con el folclorista Osvaldo Cádiz, son parte de ese catálogo de Margot Loyola. El Premio Nacional de Arte que obtuvo en 1994 le permitió seguir haciendo auténtica historia, porque nunca antes el galardón había sido conferido a una mujer, y nunca antes tampoco ese reconocimiento había sido otorgado a la música folclórica ni a la popular.

Margot Loyola abrió caminos como esos. Hoy cumple un siglo, desde que vino al mundo ese 15 de septiembre de 1918 en Linares, para escribir su nombre con los más grandes caracteres en la música y la cultura chilenas. Aquí celebramos el cumpleaños con una invitación a recorrer los caminos de Margot.